El dilema de la ACREDITACIÓN: La Universidad que tenemos y la Universidad que queremos (Por Gastón Coronel)
A simple vista da la impresión de que el tema de la Acreditación no necesita presentación alguna. Tanto estudiantes, como docentes, no docentes, egresados y autoridades se enredan en acaloradas discusiones que generan auténticas polémicas. Incluso, en ocasiones, la fuerza de los argumentos y las profundas diferencias en las posturas conducen a enemistades y rencores que traspasan las relaciones académicas.
Uno de los rasgos que más me llama la atención es que esta cuestión conmueve hasta a los estudiantes menos cercanos al ambiente político, a tal punto que más de una vez se dan escenarios de confrontación en los que se mezclan intervenciones de lo que se denomina "militancia universitaria" con posturas del llamado "estudiantado apolítico", dando lugar a fenómenos políticos muy complejos. Es el caso, por ejemplo, de la recientes asambleas en la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología por la modificación del plan de estudios de ésta última; donde se dieron jornadas que contaron con la asistencia de cientos de estudiantes que no suelen frecuentar las reuniones ordinarias de representación que realizan los consejeros.
Pero, ¿qué es lo que hace tan polémico al tema de la Acreditación?
En mi opinión es porque al hablar de la acreditación no sólo estamos discutiendo un trámite de "actualización" y "regulación" de una carrera en función de los criterios dispuestos por una entidad externa de control "objetivo", sino que estamos poniendo en juego convicciones íntimamente arraigadas en nuestra identidad como estudiantes. Al faltar a una cátedra para asistir a una asamblea, por ejemplo, no lo hacemos simplemente para manifestar o desahogar una bronca, sino que lo hacemos porque opera en nosotros un ideal de Universidad que compromete nuestro criterio de prioridad que rige la decisión de asistir a tal o cual actividad. Esto sucede no sólo en este caso, sino que también tiene lugar al quejarnos porque suspenden una cursada para hacer una asamblea, o al gestionar la realización de la asamblea misma en algún horario en particular. Es decir que, yo pienso que tanto el "militante cotidiano", como el "estudiante que se hace llamar apolítico" persiguen un modelo de Universidad más o menos consciente; y la discusión sobre la Acreditación de una carrera (que es un asunto colectivo) es una instancia que logra penetrar los intereses individuales de cualquier estudiante, porque decir: ¿acreditamos? es decir ¿qué tipo de Universidad tenemos y qué tipo de Universidad queremos?, pero también, dada la importancia que una carrera tiene para configurar la personalidad de un joven estudiante, preguntarnos eso es preguntarnos ¿quién y cómo queremos ser como personas y como profesionales?
Entonces comencemos analizando un poco qué Universidad tenemos...
Nos encontramos habitando una Universidad que (al menos formalmente) es auténticamente moderna; más allá de lo bueno o malo que eso sea (cuestión que analizaremos después).
El artículo 6 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 decía:
El artículo 6 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 decía:
"Todos los ciudadanos son iguales [para la República] y, por ende, pueden ser admitidos en todas las dignidades, los lugares y los empleos públicos según su capacidad y sin otra distinción más que la de sus virtudes y sus talentos"
Y si cambiamos el término "República" por "Universidad", obtenemos una versión sumamente cercana a los principios que dispone el "inciso a" del artículo 19 de nuestro Estatuto Universitario en cuanto a la admisibilidad, dice:
"Ingreso sin restricciones ni exigencias adicionales a la idoneidad debidamente acreditada para los estudios universitarios"
Estamos entonces en una Universidad que se rige por dos principios que son esenciales a toda sociedad moderna y democrática: la igualdad de oportunidades y la valoración del mérito. Es decir que ya no se utilizan criterios de herencia, sangre o familia para acceder a una carrera, sino que sólo se toma en cuenta la aptitud y capacidad para cumplir con las condiciones de aprendizaje que dispone el sistema universitario de manera igualitaria para todos. Ahora bien, ¿qué problemas conlleva este criterio de valoración por el mérito?
Cuando ingresamos a la Universidad es posible que accedamos con igualdad de derecho al ingreso, pero, a su vez, por como están política, económica y culturalmente dadas nuestras sociedades, no accedemos en igualdad de condiciones. Más allá de que todos seamos "iguales" ante las reglas, normativas, planes académicos y demás disposiciones formales de la Universidad, no todos llegamos con los mismos recursos intelectuales, experiencias previas, intereses, objetivos, recursos materiales y económicos, etc. Por lo que nos enfrentamos a esas disposiciones formales con desigualdad de herramientas básicas, y si bien la Universidad tiene eventuales y circunstanciales planes para intentar reducir esa brecha, está muy lejos de interesarse realmente por equilibrar esta problemática.
Estas desigualdades de condición son las que, a mi entender, se pueden considerar como causas elementales de las diferencias profundas de postura que se hallan en el estudiantado en general y que lo dividen gravemente. Y considero que esa división, profundamente arraigada en la identidad de cada estudiante, es en realidad el recurso principal de hegemonía que utilizan las autoridades y los docentes para sostener su predominio en la toma de decisiones generales de la Universidad.

Estas desigualdades de condición son las que, a mi entender, se pueden considerar como causas elementales de las diferencias profundas de postura que se hallan en el estudiantado en general y que lo dividen gravemente. Y considero que esa división, profundamente arraigada en la identidad de cada estudiante, es en realidad el recurso principal de hegemonía que utilizan las autoridades y los docentes para sostener su predominio en la toma de decisiones generales de la Universidad.
Pero entonces, ¿qué Universidad queremos?
Distinguir el estado de cosas actual es algo más o menos accesible para cualquier estudiante, al menos desde el sentido común. El verdadero desafío es ofrecer una postura, y hacerla valer en un contexto en el que la mayoría de los estudiantes nos encontramos sobrepasados por las exigencias académicas y económicas. He aquí el dilema.
¿Cómo hacer para dejar de priorizar nuestros intereses individuales y pensar en problemas que hacen al conjunto de los estudiantes?
Este criterio de valoración por el mérito está tan arraigado en nuestra personalidad, por haber sido forjado año tras año de nuestra vida durante nuestra niñez y adolescencia tanto por nuestra familia como por las instituciones por las que pasamos, que es sumamente difícil (para la mayoría de los estudiantes) desprenderse de él y ponerlo en duda.
Cuando decimos cosas como: "Yo me mato estudiando para que después los zurdos estos me quiten la posibilidad de que mi título tenga mayor valor" o "Estos zurdos siempre con los mismos discursos, a mí no me importa la política, sólo quiero estudiar y recibirme", por ejemplo, estamos guiándonos por consideraciones apresuradas y eludiendo el problema real que es que considerarse "apolítico" no solo es una posición política por sí misma, sino que además es negativa; porque esconde la intención de delegar en los demás la responsabilidad de resolver las cuestiones del conjunto, y cuando llega una ocasión en la que esa cuestión colectiva vulnera algún interés individualista reaccionar quejándose.
Yo pienso que es muy importante ser consciente del ideal de Universidad que tenemos, más allá de las posiciones partidarias o apartidarias, y hacernos responsables cada estudiante de comunicarlo a los demás con la buena intención de abrir el debate e informarnos. Y para ello debemos ir más allá de los prejuicios y las etiquetas, y PARTICIPAR activamente: preguntar, interesarse, investigar, opinar, compartir; siempre reconociendo que los "militantes universitarios" no son los únicos que hacen política y defienden una ideología, sino que los docentes en el armado de sus programas, del plan de estudios, de los métodos de evaluación, etc., las autoridades, los no docentes y los egresados, también hacen política y defienden ideologías. Y las cuestiones académicas, aunque nos de la impresión de que están desconectadas de las luchas políticas y los intereses económicos, en realidad son producto de éstas últimas. Lejos de ser neutrales y abstractos, los planes de estudios y todas las demás normativas que regulan la práctica educativa universitaria son construcciones complejas que se dan por una lucha constante de ideales políticos e intereses económicos, sobre la base de una participación desigual y vulnerable de los estudiantes en esos procesos.
Por ello considero IMPORTANTÍSIMO para los militantes universitarios ofrecer múltiples y diversos espacios de participación, de información y de reflexión del conjunto de los estudiantes, y para los estudiantes "no militantes" el aprovechamiento o la exigencia de que esos espacios sean ofrecidos antes de que las decisiones que impactan al conjunto sean tomadas e irreversibles.
¿Cómo hacer para dejar de priorizar nuestros intereses individuales y pensar en problemas que hacen al conjunto de los estudiantes?
Este criterio de valoración por el mérito está tan arraigado en nuestra personalidad, por haber sido forjado año tras año de nuestra vida durante nuestra niñez y adolescencia tanto por nuestra familia como por las instituciones por las que pasamos, que es sumamente difícil (para la mayoría de los estudiantes) desprenderse de él y ponerlo en duda.
Cuando decimos cosas como: "Yo me mato estudiando para que después los zurdos estos me quiten la posibilidad de que mi título tenga mayor valor" o "Estos zurdos siempre con los mismos discursos, a mí no me importa la política, sólo quiero estudiar y recibirme", por ejemplo, estamos guiándonos por consideraciones apresuradas y eludiendo el problema real que es que considerarse "apolítico" no solo es una posición política por sí misma, sino que además es negativa; porque esconde la intención de delegar en los demás la responsabilidad de resolver las cuestiones del conjunto, y cuando llega una ocasión en la que esa cuestión colectiva vulnera algún interés individualista reaccionar quejándose.
Yo pienso que es muy importante ser consciente del ideal de Universidad que tenemos, más allá de las posiciones partidarias o apartidarias, y hacernos responsables cada estudiante de comunicarlo a los demás con la buena intención de abrir el debate e informarnos. Y para ello debemos ir más allá de los prejuicios y las etiquetas, y PARTICIPAR activamente: preguntar, interesarse, investigar, opinar, compartir; siempre reconociendo que los "militantes universitarios" no son los únicos que hacen política y defienden una ideología, sino que los docentes en el armado de sus programas, del plan de estudios, de los métodos de evaluación, etc., las autoridades, los no docentes y los egresados, también hacen política y defienden ideologías. Y las cuestiones académicas, aunque nos de la impresión de que están desconectadas de las luchas políticas y los intereses económicos, en realidad son producto de éstas últimas. Lejos de ser neutrales y abstractos, los planes de estudios y todas las demás normativas que regulan la práctica educativa universitaria son construcciones complejas que se dan por una lucha constante de ideales políticos e intereses económicos, sobre la base de una participación desigual y vulnerable de los estudiantes en esos procesos.
Por ello considero IMPORTANTÍSIMO para los militantes universitarios ofrecer múltiples y diversos espacios de participación, de información y de reflexión del conjunto de los estudiantes, y para los estudiantes "no militantes" el aprovechamiento o la exigencia de que esos espacios sean ofrecidos antes de que las decisiones que impactan al conjunto sean tomadas e irreversibles.
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