Perder a un ser
querido es muy doloroso, se comienza a sentir la soledad. El llorar se
convierte en una actividad individual y clandestina.
Sentimientos, sean cuales sean y
dirigidos a quienes sean, tomando cualquier dirección, ya sea religiosa,
científica, mental, todos llegan a un ocaso de preguntas y dudas.
Se empieza a poner en tela de juicio
acciones pasadas, que tal vez afectaban o no la situación, ¿Podrían haber cambiado
el futuro? Pregunta que aparece y desaparece, no solo para atormentar sino que
también para reprochar errores pasados pero que al fin y al cabo queda
inconclusa.
El miedo empieza a nublar la vista,
pensar en uno mismo o en el otro, aun sabiendo que nosotros si vamos a seguir
en la realidad. Invadiendo los espacios vacíos, el miedo colonizó la mayor
parte del cuerpo. Dejando a la luz un pensamiento basado en una simple pregunta
¿Qué hubiese sucedido si pasaba lo contrario? Y si se enfrentaba el miedo, que
más se podría haber hecho en ese momento, ¿No llorar y sonreír? Sabiendo que la
realidad golpea la puerta, ¿Se podría mirar por la ventana? Dejar que una
simple excusa decolore el último momento, y escapar por el camino del silencio
hasta esperar un rayo de luz para descubrir el error. Descubrir el momento de
debilidad donde no podemos ver la realidad de un adiós eterno.
Donde decidimos escapar, correr lo
más lejos que se pueda, sin pensar el qué dirán, sin pensar lo que estamos
haciendo, lo que estamos abandonando en su último momento. Sin poder otorgar su
última alegría, que tan solo es una más para nosotros, pero la última de ellos.
Sin embargo, evadirlo no lo hace
menos doloroso, porque no ver la realidad lo hace aún más doloroso. Ya que nos debemos
conformar, luego de caer en el abismo de la realidad, con mirar un simple
pedazo de tierra con un florero lleno de flores secas de vida. Pero lo que
aparentemente no logra cansarse es la mente, porque con cada recuerdo convence
a cada una de todas las células del cuerpo con que se puede llegar a encontrar
alguna esperanza, y luego cae la realidad infaltable.
La realidad, que aclara todos los
términos que nadie quiere saber, todo lo que se arrebata en un solo segundo, el
adiós eterno. Sale a la luz lo que faltaba, buscar un culpable, tarea que no
era muy difícil, pero ¿Había alguno? ¿Acaso se podía tachar con el nombre del
delito al Destino? De nada serviría encontrar culpable.
Un adiós inconcluso por
miedo a la realidad, debe llegar a destino para aliviar el dolor del alma.
Olvidar no sería la forma ¿O tal vez si?, pero recordar lo bueno intentaría
consolar un corazón desgarrado y un alma herida. No les entrego una solución
para superar una pérdida de un ser querido, porque aún no la he encontrado,
pero después de largas noches de razonamiento y atardeceres de melancolía,
además de cuatro largos años, solo logro contarles una pequeña parte de lo que
sentí al perder un ser querido. Y aun sin lograr desprenderme del dolor, les
dejo el relato de los sentimientos que sufrí al perderlo.
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