
En primer lugar, observamos que el requisito de asistencia a clase es un factor común en la mayoría de las materias de nuestras Universidades Públicas. En las mismas se exigen un porcentaje que oscila entre un 70% y 80% de asistencia como requisito indispensable para alcanzar la condición de regular o, eventualmente, de promoción sin examen. Esta exigencia carece a mi entender de fundamento pedagógico, en tanto no se desprende necesariamente que la presencia física en un aula signifique una aprehensión de contenidos asegurada. Por el contrario, se asemeja más a una carga que a una ventaja en el marco de una situación de enseñanza- aprendizaje, en función de que el tiempo de "disposición" del estudiantado en clase no puede medirse cuantitativamente y cualitativamente, a sabiendas aun de que son prácticamente escasos los docentes que evalúan con nota conceptual el desempeño estudiantil (único fundamento que le encuentro entonces a la exigencia académica de la asistencia).
En segundo lugar, debemos considerar que la calidad de la labor docente podría ser considerada a partir de el porcentaje de estudiantes que asisten frecuentemente a las clases. Ello en tenor a que una clase útil es aquella que brinda algo más a lo que cualquier estudiante podría lograr leyendo el material de clases desde la comodidad de su hogar o biblioteca. Es entonces como queda evidenciado que un docente que se remite a leer el material durante la clase o valerse de la lectura de un "Power Point" difícilmente esté ofreciendo herramientas de comprensión para el abordaje de una materia, ya que a los mismos resultados podría llegar cualquier persona sin la pesada carga de tener que asistir a una clase. De esta forma, quitando la exigencia de la asistencia podríamos evidenciar cuan necesarias resultan las clases de determinados docentes, lo cual serviría como parámetro de medición de la calidad educativa, y lógicamente los obligaría a empeñarse por intentar mayores esfuerzos para lograr ofrecer herramientas de comprensión a los estudiantes que asisten a sus clases.
Por último, debemos dimensionar la preocupante situación de nuestros establecimientos educativos, en tenor a que el enorme caudal de estudiantes que colapsa las aulas muchas veces es consecuencia de esta absurda modalidad de presencia obligatoria que no hace más que tener estudiantes "calentando bancos" y, atentando así contra los tiempos de aprendizaje de los estudiantes, las condiciones propicias del espacio pedagógico e incluso contra cuestiones de decoro, salubridad y seguridad (recuerdo casos de estudiantes amontonados en las puertas de accesos o bien escuchando desde las ventanas de las aulas).
La asistencia a clase debe ser un Derecho del estudiantado, no una obligación, y en ese marco debe responder a una necesidad de aprendizaje en donde puede encontrar tanto con el docente como con sus pares herramientas que le permitan superar y dar respuestas a sus interrogantes y dificultades en el abordaje de las materias.
Mientras se siga concibiendo a los estudiantes como sujetos pasivos sin poder de decisión sobre el trazado de su futuro, continuaremos entonces atentando contra lo que significa una educación de calidad.
¿USTED QUÉ PIENSA?
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