Cuando pensamos en el orden educativo institucional sabemos que hay algo claro e indiscutible, su obligatoriedad. Este carácter ha producido una "naturalidad” o paso obligado de todo sujeto para su posterior inclusión en la sociedad. Ahora, cabe preguntarnos si el sistema educativo nos prepara para desenvolvernos en el estado de cosas actual o prepara sujetos para “un mejor porvenir”.
Vamos a distinguir entonces dos teorías, por un lado el optimismo pedagógico, y por otro lado el pesimismo pedagógico. Quienes adhieren a la primera profesan que la educación, y por ende las instituciones educativas, son una herramienta de cambio social. Desde esta perspectiva, las condiciones objetivas externas del sujeto, no representan un impedimento para el ascenso social del mismo y una modificación de su condición, lo cual llevado a un nivel macro, representa un cambio significativo en el entramado social y se afirma como herramienta de transformación.
Esta concepción arraigada desde la modernidad, perdura en el imaginario social de la época y en innumerables discursos que a continuación intentare refutar a partir de algunos puntos de la teoría contraría.
Aquello que llamamos “teoría del pesimismo pedagógico” surge como una severa crítica a la teoría antes descripta. La misma expresa que el modelo educativo configura una herramienta del mantenimiento del “status quo”, ¿de qué manera? Reproduciendo las mismas condiciones objetivas externas dentro de los establecimientos, y así, se afianza como herramienta de reproducción del orden social hegemónico.
Sin ningún tipo de dudas la educación es un instrumento de progreso, pero no en términos masivos, ya que está más que evidenciado que las condiciones externas del individuo limitan el alcance del mismo. Nótese que del bajo índice de progreso institucional en los niveles secundarios y universitarios pertenecen en su amplia mayoría a un determinado estrato social.
Sin ánimos de ser extremista, debo reconocer las excepciones, pero interpelo a que los lectores reflexionen en base a sus vivencias personales si logran reconocer en su paso por las instituciones educativas estos aspectos antes narrados.
Vamos a distinguir entonces dos teorías, por un lado el optimismo pedagógico, y por otro lado el pesimismo pedagógico. Quienes adhieren a la primera profesan que la educación, y por ende las instituciones educativas, son una herramienta de cambio social. Desde esta perspectiva, las condiciones objetivas externas del sujeto, no representan un impedimento para el ascenso social del mismo y una modificación de su condición, lo cual llevado a un nivel macro, representa un cambio significativo en el entramado social y se afirma como herramienta de transformación.
Esta concepción arraigada desde la modernidad, perdura en el imaginario social de la época y en innumerables discursos que a continuación intentare refutar a partir de algunos puntos de la teoría contraría.
Aquello que llamamos “teoría del pesimismo pedagógico” surge como una severa crítica a la teoría antes descripta. La misma expresa que el modelo educativo configura una herramienta del mantenimiento del “status quo”, ¿de qué manera? Reproduciendo las mismas condiciones objetivas externas dentro de los establecimientos, y así, se afianza como herramienta de reproducción del orden social hegemónico.
¿Qué fenómenos ayudan a sostener esta postura?
Dos Guerras Mundiales, genocidios, armas de destrucción masiva, hambre y pobreza dan cuenta de una severa falla en la noble tarea plasmada en los discursos optimistas de la educación. Pensemos ahora en las condiciones actuales de las instituciones educativas más próximas. Altos índices de repitencia, casos de violencia institucional, deserción masiva en los primeros años de la universidad, colegios públicos con serias deficiencias edilicias que se transforman en un impedimento para respetar el calendario escolar, etc. Estas cuestiones nos hacen pensar que las instituciones educativas son sumamente permeables a las condiciones externas que traen los sujetos, y contrariamente al imaginario, no se las compensa o mejora sino que se las reproduce. Esto quiere decir que se legitima el orden social bajo la apariencia de un relato inclusivo y de fe en el progreso.Sin ningún tipo de dudas la educación es un instrumento de progreso, pero no en términos masivos, ya que está más que evidenciado que las condiciones externas del individuo limitan el alcance del mismo. Nótese que del bajo índice de progreso institucional en los niveles secundarios y universitarios pertenecen en su amplia mayoría a un determinado estrato social.
Sin ánimos de ser extremista, debo reconocer las excepciones, pero interpelo a que los lectores reflexionen en base a sus vivencias personales si logran reconocer en su paso por las instituciones educativas estos aspectos antes narrados.
lo que estas dando a entender es que la educación no sirve para transformar la realidad ??
ResponderEliminarSi considero que la educación es una herramienta de cambio social, pero no desconozco que existen dos fuerzas que pujan con intereses contrapuestos. Además, con este escrito quiero demostrar que las falencias del sistema educativo no son casuales ni inocentes...
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