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"RACIONALIZACIÓN" Y "SINCERAMIENTO" COMO LEGITIMACIÓN DEL RECORTE... (Por Ezequiel Espina)

La discusión en torno al fenómeno energético en el país da que hablar día tras día. Son conocidas las disposiciones del Gobierno en lo que respecta a las subas de precio de las tarifas y la respuesta de la Justicia (aunque resta esperar la última palabra que la tiene la Corte Suprema de Justicia de la Nación), pero el objetivo de este escrito es analizar el discurso que busca legitimar estas medidas impulsadas.
Los discursos, tanto del Presidente de la Nación como el del Ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda de la Nación, son claves para entender el verdadero objetivo de la ejecución de un proyecto no tan sincero como busca expresarse.
El proceso de “sinceramiento” de las políticas nacionales es el “eslogan” que acompaña cada una de las medidas implementadas que, causando un gran impacto en los estratos menos favorecidos, se escabulle en lo que sería un “proceso” necesario para “poder estar mejor”.
El aumento de las tarifas de servicios básicos sumado a la quita de subsidios conformaron un “coctel” de políticas en desmedro de las clases menos favorecidas, más aun considerando las medidas irrazonables de quita de retenciones en las importaciones de determinados sectores que podrían resultar como solución para mantener los subsidios de esto rubros. En tenor a esto, el Gobierno Nacional debió dar respuestas a los reclamos, y lo hizo en función a la “racionalización” del consumo. Con ello, se invita o solicita a los usuarios a consumir menos energía, de esta forma, no solo se vería reducidas las tarifas de los hogares sino que también se contemplaría un principio ambientalista de la medida que cause menor impacto en el medio ambiente.
Frases como “…la gente andaba de remera porque era prácticamente gratis el servicio (de gas)…” de Rogelio Frigerio, o la reciente “…si en invierno estas en remera y en patas estas consumiendo energía de más…” de Mauricio Macri, surgen como pobres apologías a la reducción de consumo de servicios, intentando justificar que el aumento de tarifas sirve a la causa como “forma de corregir la conducta” de los usuarios.
Lo cierto, a mi entender, es que bajo este velo de “racionalización” y “sinceramiento” se esconde un discurso legitimante del gasto público que reduce al Estado a su función más elemental, y cuando hablo de elemental refiero a mediador del mercado, abandonando mandas fundamentales en función a las políticas sociales (contempladas por cierto en nuestra Carta Magna, pero olvidadas al parecer por esta corriente ideológica: ver fallo Q.C., S.Y c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ amparo).
En este sentido entiendo desafortunada la medida, ya que en verdad esconde objetivos distintos a los que pronuncia; pero, aun entendiendo que refiriese a un fin noble, no es la forma adecuada de implementación, en tanto la norma como medio de adecuación de conducta no resulta idóneo, siendo que la educación se confiere como la forma pertinente de alcance de tal fin. Por otra parte, un servicio básico y elemental como resulta el gas o la electricidad, no puede ser objeto de “prueba” de estas medidas en tanto puede suponer un menoscabo en el derecho de acceso a los servicios básicos.
Existen ejemplos de “desaliento al consumo” en el gravamen al juego o a los cigarrillos con escaso éxito, y que traigo a colación como ejemplo de medidas normativas que buscaban modificar conductas.
La realidad es que me parece peligroso y poco sincero el discurso que utiliza la actual gestión de Gobierno.


¿Y ustedes qué piensan?

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