La convocatoria de voluntarios despierta gran entusiasmo y admiración para lograr asegurar el Derecho de nuestros niños de poder acceder a la Educación en el marco del conflicto docente que amenaza con retazar el normal inicio electivo. Miles de personas se han ofrecido para brindar ayuda en marcos pedagógicos espontáneos y fueron bien recibidos por el gobierno de María Eugenía Vidal, pero tamaño gesto de altruismo merece un análisis más profundo y, más allá del oportunismo político que pudiese suscitarse, lo que esta en cuestión es la valoración de la labor docente.
Recurrentes son los reclamos ciudadanos por un mejor nivel educativo y, además, se suele pugnar por el reconocimiento de docentes ejemplares que trabajan desde el desamparo y anonimato para alcanzar su noble misión educativa. Pero con este reciente fenómeno de los "voluntarios docentes" es clara la doble moral que subyace.
En primer lugar, para el ejercicio de la docencia, como para cualquier desempeño profesional específico, es imperiosa la formación académica, con ello, nadie pensaría en el ejercicio de la medicina sin titulo habilitante, ni en desenvolverse como arquitecto sin los saberes acreditados, como así tampoco en la práctica jurídica sin ser abogado. No obstante, parecería que para desempeñarse como docente no son necesarios los estudios, sino que basta con algo de "experiencia" o "saberes técnicos", es así que quienes transitamos una carrera educativa cursamos y acreditamos saberes pedagógicos, los cuales son centrales en el ejercicio de nuestra profesión y sin los cuales no tendría sentido nuestra labor, sin embargo otras carreras no lo tienen y aún así los habilita para la labor en espacios educativos. Este trato desigual se traduce en que muchos docentes "de facto" tengan mayor prestigio y reconocimiento social que los docentes "de iure".
En segundo lugar, prestar colaboración como voluntarios en centros de educación no formal no resguarda ni asegura el Derecho a la Educación, esto en función de que es en las aulas en donde se debe brindar y con un docente asignado y especializado para la tarea de formación de las personas. Un gobierno que alienta este tipo de prácticas atenta notablemente contra la calidad educativa en tenor a que debe solucionar los problemas y no apelar a "la buena voluntad" de los ciudadanos, menester aún cuando el reclamo consiste en mejores condiciones laborales.
Los "voluntarios" que deseen acompañar la causa deberían participar de actos educativos, feria de ciencias, eventos deportivos y recreativos estimulando la participación y el conocimiento guiado por los docentes, no intentando suplantar su rol. Así como no cualquiera puede ejercer como médico, arquitecto o ingeniero, no cualquiera debería poder enseñar en las aulas si es que la calidad educativa es nuestra prioridad.
Valorar el trabajo docente es también reconocer su conocimiento y formación; y hoy también sus condiciones de trabajo...
Ezequiel Espina, Abogado y Profesor Nacional de Actividad Física y Deporte.
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